domingo, 15 de febrero de 2009

Una alternativa: EL AMOR

No será la primera vez que se diga que “educar es un acto de amor” o algo así por el estilo. Dejemos de lado el costado cursi u otros excesos, y pensemos por un momento al amor como postura pedagógica hacia nuestros alumnos.

La pieza de rompecabeza que quiero compartir con ustedes la saqué de un libro de moral cristiana del siglo XVI, y se refiere a un concepto de amor descrito con sorprendente precisión. A partir de la frase evangélica “no amemos con solas palabras, sino con obras y con verdad”, el autor afirma que:
“debajo de este nombre de amor (entre otras muchas obras) se encierran señaladamente estas seis; conviene saber: amar, aconsejar, socorrer, sufrir, perdonar y edificar.”
Intentando aclarar brevemente estos niveles del amor, aplicado a nuestros alumnos...
amar: querer el bien del alumno
aconsejar: avisar sobre lo más conveniente, lo más sano, lo bueno; prevenirlo de situaciones inconvenientes
socorrer: hacer o dar lo que esté a nuestro alcance para ayudar al alumno que está en una situación de necesidad
sufrir: sobrellevar con paciencia los defectos del alumno y las molestias o agravios que nos ocasionen
perdonar: saber perdonar los dichos, actos y actitudes del alumno que han herido nuestra confianza, nuestro respeto, nuestra honra; y que se note también con buena cara de nuestra parte
edificar: mejorar al alumno con buenas palabras y, sobre todo, buenos ejemplos en nuestras propias actitudes y acciones (buenas, justas, coherentes).
Esto es lo que debemos hacer al amar, según este autor. Pero, ¿qué no debemos hacer al amar?
“no juzgar a nadie; no decir mal de nadie; no tocar en la hacienda, ni en la honra (...) de nadie; no escandalizar con palabras injuriosas, ni descorteces, ni desentonadas a nadie, y mucho menos con malos ejemplos y consejos.”

Alguno/a estará pensando que este amor así definido parecería muy condescendiente con los errores del prójimo (y de los alumnos en particular), sobre todo los “malintencionados”... Que falta la puesta de límites por ejemplo. En realidad, solo lo parece, porque aconsejar, socorrer y edificar son preventivos de la “mala conducta”. ¿O no? Justamente para aclarar un poco más este aspecto, termino con esta última cita:
“Y si de todo esto quieres tener particular memoria y comprenderlo en una palabra, trabaja por tener para con el prójimo corazón de madre, y así podrás cumplir enteramente con todo lo susodicho. Mira de la manera que una buena y cuerda madre ama a su hijo, cómo le avisa en sus peligros, cómo le acude en sus necesidades, cómo lleva todas sus faltas: unas veces sufriéndolas con paciencia, otras castigándolas, con justicia, otras disimulándolas y tapándolas con prudencia...”
Se dirá: mis alumnos ya tienen madre, y si no la tienen (o no es tan buena ni tan cuerda) no es mi problema. Yo me preparé para ser docente, no madre o padre. Traje estas citas a colación, no para que seamos “madres sustitutas”, o para que suframos como mansos corderos entre lobos sin oponer resistencia a los “malos valores”... Es solo una pieza para pensar y sentir que un mejor relacionamiento con nuestros futuros alumnos podría ser posible. Como siempre, estas piezas pasan y cada quien las toma o no de acuerdo con su puzzle personal. Pero sospecho que tenemos piezas en común, ¿o no?

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Fuente: Fray Luis de Granada. "Guía de pecadores".
Foto: Sebastián Mántaras

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